Mar del Bronce

Y una vez más, un verano más, lo pasé en Mar del Plata...

Y si bien la ciudad es la misma, mis viajes son siempre diferentes. Desde hace años que el kilombo turístico marplatense me va empujando hacia el sur.

Mis primeras vacaciones eran en un departamento en la zona de Alem a una cuadra de Playa Grande. Era lo más top que se podía encontrar. Los balnearios más caros de la ciudad bajo la mirada del hotel más exclusivo (Costa Galana), la arena limpia, las últimas modas en ropa de verano, predominaba el rubio.


Un tiempo después, paradojicamente, Playa Grande pasó a quedarse chica. Seguía llegando gente, ya no tan rubia y ya no tan bien vestida, con el sueño de pertenecer a un grupo social que jamás le dará la bienvenida. Y poco a poco, ese intento de pertenecer se transformó en un reemplazo inminente de la especie predominante. La muchedumbre estilo "La Salada", verdadero reflejo de la realidad argentina, había conquistado otro territorio y ya todo fue inútil... Había que mudarse.

Esta transición duró unas dos o tres temporadas. Fue gradual, limpio y silencioso. Y recién un día, dormitando en la playa, pude verme a mí mismo acostado en la arena a medio metro de una familia compuesta por tres mayores que contabilizaban un total de doce dientes y trece niños correteando por ahí de los cuales uno cagaba en un pozo a pocos metros.

Se decía en la calle que para el norte la cosa era peor por lo que no tuve otra opción más que moverme para el sur.

Llegué entonces a las playas de Punta Mogotes. Ambiente más familiar, más relajado y tranquilo. A esa altura ya estaba más viejo así que me vino bien una dosis de descanso absoluto sin descontrol adolescente. La playa triplicaba el tamaño de Playa Grande y las caminatas por la orilla hacia lo que parecía un infinito eran suficientes para volver a Bs As totalmente renovado.
Pero no duró mucho. De a poco empecé a ver más seguido esas imágenes que creí haber dejado atrás. De alguna manera Punta Mogotes también empezó a quedarse chica.

-Siguen avanzando!- dije al estilo estratega de guerra.
-Habrá que retroceder de nuevo- me contestó resignado un amigo.
-Replieguense al sur!

Durante mucho tiempo me pregunté hacia dónde se habían mudado los chetos. Se habían dado por vencido? Habrán resignado Mar del Plata para replegarse a Pinamar?
Finalmente descubrí que estaban más al sur todavía. En unas playas pasando el faro, a la altura de la ruta 11 que va a Miramar.

Y ese fue mi destino este año. Pero algo había cambiado: Yo.

De alguna manera, algo que muchos habrán pensado imposible, crecí. Me encariñé con la idea de que mis vacaciones son para descansar. Y sobretodo me encariñé con la idea de que mi descanso lo hago siendo quien soy.
No me gusta tener que decir quién soy a través de ropa de marca. No me gusta tener que mostrar qué auto tengo, cuánto costó y cuándo lo voy a cambiar porque ya tiene dos años. No me gusta estar excluído porque no tengo unos abdominales tipo cubetera/raviolera para mostrar, y mucho menos que me juzguen por eso. No me divierte estar constantemente en pedo en la playa.
Y, último pero no menos importante, la inflación tampoco me hace fácil ese estilo de vida.

Es increible la gente. Cómo y quién hace que se identifiquen y se cierren como grupo social de esa manera.  Un estilo, una moda se comen la individualidad... Es tristísimo.  "Me ven, luego existo" 


Al norte la cumbia desde el celular con una birra, al sur la música electrónica con un champagne.
Y yo... El año que viene me voy a Miramar.