A veces esta referencia se basa en una reinterpretación del
lenguaje, mientras que otras veces el pasado solo sirve como ejemplo de lo que no
hay que hacer. Una o la otra, estas actitudes sobre el pasado me parecen
totalmente naturales y propias de cualquier análisis histórico que hagamos
sobre cualquier campo. Y es que el hombre tiende a avanzar (o evolucionar? O
estoy exagerando con las dos palabras?) en una sola dirección pero
constantemente dando vueltas en U, agarrando rotondas y hasta pasando varias veces
por el mismo punto de la ruta.
Y es lo más lindo de la historia. Cada volantazo es la causa
de un efecto fascinante. O al menos es lo que a la parte optimista y crédula de
mi ser le gusta pensar. Porque al final la realidad es que unas veces volvemos
al pasado solo porque no sabemos bien para donde ir y esto nos da buenas
respuestas, y otras veces solo nos pone en ridículo.
Y así se ve el constante feedback
entre el pasado y el presente. Productivo, creativo e interesante. Pero, como
dije, a veces ese feedback muerde
banquina.
Y ahora, el por qué de lo que estoy escribiendo. El lunes 28
de mayo se publicó en el Diario Clarín una nota titulada “Eligen los edificiosmás feos del mundo”. No me quiero
detener en la lista de obras sino en el último párrafo de la nota en la que
aclaran que ningún edificio en la Argentina estaba incluido en la lista, algo
que me genera más sospechas que alivio.
Sin embargo, el autor (al que me gustaría invitarle un café
en agradecimiento de la carcajada que me dio) aclaró: “(…) bien podría figurar
el Chateau Libertador, en Palermo, un adefesio de 40 pisos que fue definido con
precisión como el Ricardo Fort de los edificios”.
La verdad es que sigo sin saber qué estaban pensando los
proyectistas cuando volvieron al pasado de una manera tan estúpida. Más allá de
que la torre no es más que un stretch
de una fachada de la Champs Elysees; no se en qué momento se estableció, o se
puso de moda, la idea de que envolver una torre en mármol, columnas griegas y
arañas de oro era un símbolo de elite. Algo así como nadie sabe por qué Ricardo
Fort se sigue llenando la cara de plástico sin darse cuenta que esta cada día
más cerca de ser un juguete.
No se dieron cuenta que los orígenes de la torre (de
viviendas u oficinas) nació bajo una ideología totalmente contraria al
clasicismo. E intentar mezclar dos ideologías en la que una surgió para
llevarle la contra a la otra genera estos ridículos y enfermizos resultados.
El nutricionista te retaría si se enterara que comiste en
McDonals a pesar de pedir Coca light.
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